MENCIA DE MENDOZA,
SEÑORA DE JADRAQUE
Fue la primera
Mendoza que nació en el castillo de Jadraque que pasó, a su muerte, al ducado
del Infantado
Su
nacimiento tuvo lugar el 1 de diciembre de 1508, cuando el castillo estaba
recién construido, y acaso sin haberse terminado totalmente sus obras. En él
pasó los primeros meses de su vida hasta que sus padres abandonaron el lugar
para instalarse en el castillo de la Calahorra, en tierras de Granada, y
posteriormente en el valenciano de Ayora.
Quizá fuese el periodo comprendido entre 1492 y 1509 la época en la que
con ligeros intervalos de tiempo el castillo de Jadraque fue ocupado por
quienes lo mandaron levantar. Lo ideó Pedro González de Mendoza, abuelo de doña
Mencía y quien apenas pasó un par de veces o tres por Jadraque. Su hijo el
conde del Cid, don Rodrigo Díaz de Vivar y de Mendoza, padre de doña Mencía, y
en quien recayó la posesión a la muerte de su padre, tras su marcha y
asentamiento definitivo en Ayora no regresaría por estas tierras sino ocasionalmente.
En tierras de Valencia alcanzaría la muerte en 1521 a doña María de Fonseca,
madre de doña Mencía y mujer de don Rodrigo, y dos años después, en 1523 dejaría
el conde del Cid el mundo de los vivos, quedando castillo y señorío de Jadraque
en poder de doña Mencía quien a la sazón contaba con apenas 15 años de edad. Edad
temprana tal vez que, fruto de los tiempos, no fue obstáculo para casarla con
Enrique de Nassau, 25 años mayor que ella, en Burgos, el 30 de julio de 1524.
De Enrique de Nassau nos dice la historia que viajó por vez primera a
Castilla, acompañando a Felipe el Hermoso, pretendiente al trono de Castilla
por su matrimonio con Juana I, convirtiéndose
más tarde en uno de los hombres de confianza del hijo de la reina, Carlos V, hombre
de confianza que traducido al lenguaje de la época significó que fue su
chambelán. Don Enrique, gran estratega militar, intervino en múltiples combates
en defensa de sus tierras, las de Breda y, por supuesto, se significó en las
guerras que el rey Carlos mantuvo con Francia. Con anterioridad al matrimonio
celebrado con Mencía de Mendoza, estuvo casado con Luisa Francisca de Saboya y
con Claudia de Chalon-Orange, madre a su vez de Renato, el primer príncipe de
la Casa de Orange surgido de los Nassau.
El
matrimonio, acompañando al emperador Carlos, viajó por la Europa imperial hasta
establecerse definitivamente en Breda, la ciudad en la que doña Mencía comenzó
a interesarse por la cultura renacentista que se extendía por una parte de
Europa. También se interesó por la pintura, y los pintores. En Breda conoció a
Luis Vives, con quien estudió latín y Cultura Clásica; iniciándose en una
importante labor de mecenazgo de pintores, escultores y escritores que no
abandonaría hasta el final de su vida. También en Breda se inició en una moda
entonces en auge, el coleccionismo de obras de arte, joyas y, por supuesto,
libros, llegando a reunir en sus castillos una cumplida biblioteca.
Desde
Breda, viajó doña Mencía con alguna frecuencia a Jadraque llevando, como igualmente
era costumbre de los tiempos, parte de sus propiedades, muebles, enseres y
ajuar. Gracias a ello conocemos el inventario de los bienes y objetos que en
aquellos tiempos pasaron por Jadraque y su castillo, lo que nos da prueba de
que, más que una fortaleza, era un palacio; entre los ajuares que la
acompañaban no faltaban los cuadros, o los lienzos ricos o tapices, además de libros
e instrumentos musicales. Puesto que doña Mencía era igualmente aficionada a la
música del clavicordio, siendo poseedora de al menos dos de estas piezas.
En el año 1533 doña Mencía regresó a España y aquí permaneció hasta 1535
fecha en la que de nuevo marchó a los Países Bajos. Una vez más el castillo se
convirtió en la residencia habitual y sus habitaciones volvieron a engalanarse
con los numerosos objetos que fueron traídos desde aquel país, sobre todo
tapices y pinturas, todo ello adquirido en el mercado flamenco. Los tapices
comprendían tres series, la de la pesca, la de Perseo y la de la fruta, que en
conjunto pasaban de las dos docenas. A ellas se sumó la Historia de Isaac,
adquirida en España. Llegando a poseer hasta doce libros de horas, todos en
pergamino e iluminados, con cubiertas de oro y plata.
Doña Mencía enviudó del conde de Nassau en 1538 –el 14 de septiembre-,
regresando definitivamente a España; sin embargo, y como nos cuenta la
historia, no fijo entonces su residencia en Jadraque, sino que lo hizo en
Valencia, primero en su castillo de Ayora, donde se hicieron las capitulaciones
matrimoniales en 1540 para su futura unión, por indicación de Carlos V, con don
Fernando de Aragón duque de Calabria y entonces Virrey de Valencia, y donde posteriormente tuvo lugar la boda con
don Fernando, el 13 de enero de 1541, estableciéndose después en el Palacio
Real de Valencia, residencia de los virreyes.
En
alguna ocasión viajó el matrimonio, al parecer no muy bien avenido, a Jadraque.
A don Fernando de Calabria, sin duda, la cercanía de Jadraque con el castillo
de Atienza debía de traerle los sinsabores de los años que estuvo prisionero en
la Torre de los Infantes de la fortaleza de Atienza cuando su tío, el rey don
Fernando el Católico se adueñó de su reino de Nápoles y lo envió allí con sus
criados y servidores antes de mandarlo a Valencia, después de mandar ahorcar
públicamente, en Atienza, cuenta la historia, y en su presencia, a cuantos lo
acompañaron desde Italia.
Casualidades del destino, a don Fernando de Calabria lo casarían primeramente
con Germana de Foix, quien a la sazón era viuda de su tío y carcelero, don
Fernando de Aragón o, más comúnmente conocido como Fernando el Católico.
A
pesar de que por aquellos años la vida de doña Mencía se dedicó, más que a sus
tierras de Guadalajara, a las valencianas, donde reanudando su labor de
mecenazgo emprendida en Breda se rodeó de pintores, escultores y humanistas
valencianos, a los que protegió, llegando incluso a idear la creación de una
institución educativa que la muerte la privó de llevar a cabo.
Fue elogiada en sus tiempos por escritores y pintores, dado su apoyo a
la cultura, y a la ayuda económica que les brindó cuando, residiendo en Breda,
se dedicó a aquella labor. Al tiempo que se señala que fue, en aquellos remotos
siglos en los que una nueva cultura comenzaba a emerger, luchadora, a su manera,
por la dignidad de la mujer y su transformación, ideas humanistas que se
enfrentaron al feudalismo entonces reinante en su tierra natal.
Doña Mencía falleció sin descendencia de ninguno de sus dos maridos, en
Valencia, el 4 de enero de 1554 pasando castillo y señoríos de los que era
titular a su hermana María, casada con su primo, D. Diego Hurtado de Mendoza,
conde de Saldaña y, como tal, heredero del ducado del Infantado. Incorporándose
sus títulos, tierras y castillos, a la muerte de doña María de Mendoza, a la
casa ducal del Infantado. A la que fue a parar parte de las colecciones de
libros, lienzos y pinturas que a lo largo de su vida logró reunir.
Tomás Gismera Velasco
Guadalajara en la Memoria
Periódico Nueva Alcarria
Guadalajara,
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